El último viernes de abril, me dirigí en tren
a escuchar el segundo concierto del ciclo
"Pianos múltiples" en la Universidad de Quilmes. Una noche de
otoño templada, despejada, sin viento y agradable a pesar de algunos mosquitos
rondando.
Ya en la entrada de la
Unqui, se
respiraba un relajado clima de cierre de la semana. De camino al auditorio se advertían
los preparativos de otro concierto y fiesta en el patio de la universidad.
Los cortes de calles, por arreglos y obras en
Bernal, no impidieron que la audiencia, de alrededor de cincuenta personas, llegara
sedienta y curiosa de música al Auditorio del primer piso de nuestra querida
Universidad de Quilmes.
Nos pidieron aguardar afuera
mientras se escuchaba que los músicos afinaban los instrumentos. Alrededor de
las 20:00 horas abrieron las puertas de la sala enteramente iluminada. Ansiosos
fuimos ocupando asiento en las sillas negras. Adelante del escenario al nivel
del piso nos aguardaban los artistas, un vistoso piano negro, un pie con
partituras, un saxo y un clarinete, los dos últimos apoyados en sus soportes de
piso.
Un ambiente contento en el
que se hicieron chistes con que el público se había acomodado mayoritariamente
del lado izquierdo de la sala sugiriendo que todos vinieron a verlo a Pepe “porque
es el que está soltero” para romper el hielo.
El presentador Diego contó que la universidad
está estrenando piano, por este motivo surgió la idea de armar el ciclo. En
este marco es que se invitó al dúo de jazz platense,
Pepe Angelillo en piano con Pablo Ledesma en saxo y clarinete, para el segundo
concierto de un ciclo que promete seguir seduciéndonos en los próximos
encuentros. Los simpáticos músicos aprovecharon esta oportunidad para presentar
su tercer disco llamado “Hommage”. Para comenzar Pablo pidió apagar algunas
luces creando un clima íntimamente cálido.
La audiencia respetuosa escuchó atentamente y
elogió aplaudiendo todos los temas. Escuchamos composiciones de jazz clásico
con mezclas de contemporáneo y experimental.
Los veteranos músicos dialogaron poco con el
público durante la muestra. Pablo presentaba cada tema y luego de anunciarlo lo
buscaba con dedos veloces entre partituras antes de comenzar.
Se notaban miradas de complicidad entre ellos
y gestos de deleite mientras tocaban, lo que me dió la pauta, sin conocerlos de
antemano, de que tocan juntos hace mucho tiempo. Lo vi a Pepe morderse los
labios, cabecear y asentir mientras acariciaba sus solos de piano. Gesticula
mucho mientras toca se le nota que se divierte. Pablo se mostró primero más
rígido, como si tardara en entrar en calor. Pero luego, se balanceaba con el
ritmo y contorneaba su cuerpo tocando explayado su saxo. Lo mismo con el
clarinete.
En lo personal algunos temas los escuché saboreándolos
a ojos cerrados meciendo la cabeza y moviendo los pies. Y, a pesar de la luz
tenue, me inspiraron ganas de garabatear un poco con mi birome. Dejando dos
siluetas plasmadas en mi cuaderno como recuerdo del encuentro. Una figura de
Pepe de perfil con su cabellera rulosa, anteojos, con su sweater arremangado, mirando
la partitura y sus manos tocando el piano. La otra del calvo Pablo, parado de
frente, con lentes, vistiendo un chaleco abrigado y tocando su saxo.
Cerraron el concierto agradeciendo a Diego
Mascaró la invitación, anunciando adorablemente que tenían su disco en venta: “Hay
que dar de comer a dos familias”, dijo Pepe; y se despidieron con un aplauso extendido
de toda la concurrencia. Un concierto breve que no se prolongó más de una hora,
dejándonos con ganas de masticar más jazz.